En la antigüedad existían sabios a los que se podía acudir en busca de consejo, este es el caso del joven Chín que carecía de padres, de tíos, de hermanos, e incluso de amigos a los que parecerse, con los que forjar su carácter. Un día decidido, fue a ver a el gran sabio Tzú.
"Vengo a ti porque necesito una regla en la vida"
El gran sabio meditó durante largo rato y finalmente explayó al joven: "Toma el horizonte…"
El niño se fue a orillas del mar, y esperó el adelantado atardecer. Tomó un trozo de esa línea recta que contrasta el mar y el cielo en diferentes tonos gris violetas, ese tramo lejano rojo azulado que asienta en el negro grisáceo de la esfera terrestre.
Desde entonces, no ha parado de bajar la marea.