Fueron tales los improperios acaecidos en mi casa, que de la pantalla de televisión nos miraban anonadados los muertos vivientes. -¡Gracias a que es solo una novela televisiva! -Suspiraban de alivio.
La guillotina falló, y según lo establecido, el condenado a muerte pudo marcharse en total libertad, con regocijo ante los presentes, luciendo airoso la integridad de sus elementos.